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Situación global
Se encuentran grandes pirámides en Sudamérica, a partir de la provincia de Tucumán, Argentina, Bolivia (muy desgastadas y han despertado poco
interés), en Perú, Colombia y a lo largo de toda Centroamérica; en las
costas cubanas (bajo el agua) y en Estado Unidos.
Curiosamente, la distribución está sobre la isogona cero panamericana, es decir la línea de igual declinación magnética, en cuya franja la brújula siempre indicará al mismo punto. El planeta tiene dos isógonas cero, ambas
de polo a polo; una es la panamericana y la otra se llama panasiática, pero pasa desde la Antártida al Este de Australia, mar de Indonesia, luego
Vietnam, mar de Japón hasta la península de Kamchaka, para descender luego hasta China, pasando cerca de Pekín y desviando al Oeste… Justo por Xi’An, donde comienzan a encontrarse decenas de pirámides, para llegar a unas ochocientas siguiendo esa isogona hasta la India y luego a Pakistán,
pasando justo por Mohenjo-Daro, donde alguna vez hubo también grandes pirámides. La línea continúa hacia la península arábiga, llegando hasta cerca de Jartum, la capital de Sudán. Desde ahí, sigue a lo largo de todo
el río Nilo hasta su Delta, pasando luego por el Oeste de Turquía y
desviando al Noroeste, pasando cerca de Bosnia, donde también hay grandes pirámides.
Para que las pirámides funcionen tienen que estar correctamente orientadas
con una cara al norte, así a Gabriel Silva, estudiando esta distribución y los mapas de isógonas, comprendió que era lógico que las grandes moles piramidales fueran construidas sólo donde sabían los constructores que
durante milenios las pirámides permanecerían orientadas y por lo tanto funcionando. De hacerse en otros sitios, su funcionamiento sería variable, inestable y durante largas épocas, completamente nulo…
Pero ello implica que dichos misteriosos constructores tenían conocimientos geodésicos que nosotros hemos obtenido hace apenas poco más de un siglo. También quiere decir que conocían el “efecto piramidal”, por supuesto, pero ello implica que conocían la forma de las moléculas de ciertos cristales y sobre todo, la estructura molecular perfecta del agua, como lo demuestra la mayor de las pirámides de Egipto (la mayor conocida, porque se sospecha que
hay más, enterradas a unos doscientos kilómetros al Oeste de Luxor). Pues
la Gran Pirámide tiene las proporciones perfectas de una molécula verdadera
de agua [5 (H2O)].
Se sabe desde 1984 que un H2O no es agua, sino un monómero suelto, un óxido
de hidrógeno que no “moja”, que oxida lo que pilla, a menos que se relacionen los puentes de Hidrógeno, formando una pirámide de cinco monómeros, cuya inclinación de caras es de 51º 51’ 14”. Esto fue descubierto en Brasil por el equipo de físicos que dirigía Gabriel Silva,
pero al informarle de esto al Dr. Linus Pauling, éste demostró que dos
años antes lo tenía descubierto por deducciones matemáticas (sin comprobación en laboratorio) de modo que el equipo de Silva le atribuyó merecidamente el descubrimiento, hecho aún sin aparatos.
A pesar de la importancia que reviste este hecho, la noticia quedó como una anécdota, porque que sobre cuatro monómeros en cualquier ecuación o en un laboratorio, considerando que una gota de agua tiene unas 67.000 trillones
de pirámides, no parece importante. Sin embargo, a la hora de entender la etiología de las enfermedades degenerativas, en especial las reumáticas,
que las estructuras moleculares de agua estén bien formadas o no,
significan salud o enfermedad. Y uno de los factores del “efecto piramidal” cuando la pirámide es totalmente paramagnética, está bien construida y orientada, es tensioactivar las moléculas de cualquier compuesto
(especialmente las de agua), llevándolas a la forma perfecta, que tiene la propiedad de acumular neutrinos y producir completitud cuántica en los
átomos. O sea que las grandes pirámides, o las que se fabrican de aluminio
o de madera, si están bien hechas van a replicar en macroescala lo que
hacen las moléculas de agua, además de perfeccionar las formas moleculares
de los organismos expuestos… Algo así como la pescadilla que se muerde la cola, pero en sentido constrictivo, isotrópico, regenerador, revitalizante. Todo eso es hoy conocido gracias a la tecnología electrónica, informática, microscopios de barrido, física y química avanzadas, aparatos complejos en
los institutos de simetría molecular. ¿Lo pudieron saber unos primitivos cazadores y recolectores que llegaron al Nilo con sus arcos y flechas?
Al parecer el jefe se instauró en Faraón y dijo: “*Vaya, hay piedras… Construyamos una inmensa pirámide, que la quiero para que sea mi tumba inexpugnable… Y la quiero con la forma perfecta de la molécula del agua, y
la emplazaremos aquí, ya que tenemos una isogona y no se desviará del norte
en muchos milenios… Y quiero que me traigan granito rojo de Aswán, que está a casi mil kilómetros, en bloques de 80 a 200 toneladas*”.
Y el arquitecto Imhotep se puso construirle pirámides a todo faraón durante
no se sabe cuánto tiempo, aunque al final jamás enterraran a uno en una pirámide. A Snefru dicen que le construyó tres, pero al final tampoco ocupó jamás ninguna… El pobre no tenía dónde caerse muerto. Al parecer, la arqueología oficial tampoco, porque sus teorías se han quedado sepultadas
bajo la avalancha enorme de datos científicos, (cuánticos, químicos, físicos, matemáticos, geodésicos y tecnológicos) que encierran las pirámides y se van desvelando poco a poco.
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